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El 'Vatican Information Service' (VIS) es un boletín informativo de la Oficina de Prensa Santa Sede. Transmite diariamente información sobre la actividad magisterial y pastoral del Santo Padre y de la Curia Romana... []

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viernes, 16 de enero de 2015

El Papa habla con los periodistas en el vuelo hacia Manila

Ciudad del Vaticano, 15 enero 2015 (VIS).- Finalizada la primera parte del viaje apostólico, en el vuelo que lo conducía de Colombo a Manila, el Papa Francisco conversó durante 40 minutos con los periodistas que lo acompañaban en el avión respondiendo a sus preguntas sobre diversas cuestiones relativas no solamente a su viaje a Sri Lanka y Filipinas, sino también sobre los atentados ocurridos en París, la libertad religiosa y de expresión, la seguridad en los viajes papales y su nueva encíclica. De esta última dijo que posiblemente a finales de marzo estará terminada y que podrá salir en junio o julio.

Ofrecemos a continuación una síntesis de algunas de las respuestas del Papa.

Sobre los atentados suicidas y kamikazes que vivimos en la actualidad.

''Detrás de cada atentado suicida -dijo- hay un elemento de desequilibrio humano, no sé si mental, pero humano. Hay algo que no funciona en esa persona. No tiene el equilibrio del sentido de su vida y la de los otros. Estas personas ofrecen su vida, pero no la ofrecen bien. Hay mucha gente que trabaja, como por ejemplo los misioneros que dan la vida, pero para construir. Aquí se da la vida auto destruyéndose, para destruir''.

Sobre la seguridad en los viajes pontificios y las amenazas terroristas.

''La mejor manera de responder es la amabilidad. Ser amable y humilde... A mi me preocupan los fieles y sobre esto ya he hablado con la Seguridad vaticana... ¿Si tengo miedo? Tengo un defecto, una gran dosis de inconsciencia... pero se que se toman medidas de seguridad prudentes y seguras''.

Sobre la libertad religiosa y la libertad de expresión.

''Las dos son derechos fundamentales -destacó- … veamos París, hablemos claro. Cada uno tiene el derecho de practicar la propia religión, sin ofender, libremente... no se puede ofender, hacer una guerra, matar en nombre de la propia religión, en nombre de Dios. A nosotros lo que sucede ahora nos asombra. Pero siempre, pensemos a nuestra historia, cuantas guerras de religiones hemos tenido... También nosotros somos pecadores en esto. Pero no se puede matar en nombre de Dios. Es una aberración... Cada uno no solo tiene la libertad, el derecho sino también la obligación de decir lo que piensa para ayudar al bien común... pero sin ofender. Es verdad que no se puede reaccionar violentamente, pero si mi amigo insulta a mi madre ¡Se lleva un puñetazo!. Es normal, no se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás... Hay un limite, y en la libertad de expresión también hay limites''.

El Papa elogia la fuerza heroica de los filipinos frente a los desastres naturales

Ciudad del Vaticano, 16 enero 2015 (VIS).- A primera hora de la mañana, el Papa dejó la nunciatura apostólica en Manila y se desplazó al Palacio Presidencial. Allí, Francisco firmó el libro de oro y se dirigió a la ''Habitación de la Música'', donde fue recibido por Benigno Simeon Conjuangco Aquino III, presidente de la República de Filipinas y su familia. Cuarenta y cinco minutos más tarde, en el Rizal Ceremonial Hall, el Papa encontró a las autoridades y a los miembros del Cuerpo diplomático a los que dirigió unas palabras.

''De manera particular, esta visita quiere expresar mi cercanía a nuestros hermanos y hermanas que tuvieron que soportar el sufrimiento, la pérdida de seres queridos y la devastación causada por el tifón Yolanda. Al igual que tantas personas en todo el mundo, he admirado la fuerza heroica, la fe y la resistencia demostrada por muchos filipinos frente a éste y otros desastres naturales. Esas virtudes, enraizadas en la esperanza y la solidaridad inculcadas por la fe cristiana, dieron lugar a una manifestación de bondad y generosidad, sobre todo por parte de muchos jóvenes. En esos momentos de crisis nacional, un gran número de personas acudieron en ayuda de sus vecinos necesitados. Con gran sacrificio, dieron su tiempo y recursos, creando redes de ayuda mutua y trabajando por el bien común.

Este ejemplo de solidaridad en el trabajo de reconstrucción nos enseña una lección importante. Al igual que una familia, toda sociedad echa mano de sus recursos más profundos para hacer frente a los nuevos desafíos. En la actualidad, Filipinas, junto con muchos otros países de Asia, se enfrenta al reto de construir sobre bases sólidas una sociedad moderna, una sociedad respetuosa de los auténticos valores humanos, que tutele nuestra dignidad y los derechos humanos dados por Dios, y lista para enfrentar las nuevas y complejas cuestiones políticas y éticas. Como muchas voces en vuestro país han señalado, es más necesario ahora que nunca que los líderes políticos se distingan por su honestidad, integridad y compromiso con el bien común. De esta manera ayudarán a preservar los abundantes recursos naturales y humanos con que Dios ha bendecido este país. Y así serán capaces de gestionar los recursos morales necesarios para hacer frente a las exigencias del presente, y transmitir a las generaciones venideras una sociedad de auténtica justicia, solidaridad y paz.

Para el logro de estos objetivos nacionales es esencial el imperativo moral de garantizar la justicia social y el respeto por la dignidad humana. La gran tradición bíblica prescribe a todos los pueblos el deber de escuchar la voz de los pobres y de romper las cadenas de la injusticia y la opresión que dan lugar a flagrantes e incluso escandolosas desigualdades sociales. La reforma de las estructuras sociales que perpetúan la pobreza y la exclusión de los pobres requiere en primer lugar la conversión de la mente y el corazón. Los Obispos de Filipinas han pedido que este año sea proclamado el «Año de los Pobres». Espero que esta profética convocatoria haga que en todos los ámbitos de la sociedad se rechace cualquier forma de corrupción que sustrae recursos a los pobres. Que impulse también un esfuerzo concertado para garantizar la inclusión de todo hombre, mujer y niño en la vida de la comunidad.

La familia, y sobre todo los jóvenes, desempeñan un papel fundamental en la renovación de la sociedad. Un momento destacado de mi visita será el encuentro con las familias y los jóvenes, aquí en Manila. Las familias tienen una misión indispensable en la sociedad. Es en la familia donde los niños aprenden valores sólidos, altos ideales y sincera preocupación por los demás. Pero al igual que todos los dones de Dios, la familia también puede ser desfigurada y destruida. Necesita nuestro apoyo. Sabemos lo difícil que es hoy para nuestras democracias preservar y defender valores humanos básicos como el respeto a la dignidad inviolable de toda persona humana, el respeto de los derechos de conciencia y de libertad religiosa, así como el derecho inalienable a la vida, desde la de los no nacidos hasta la de los ancianos y enfermos. Por esta razón, hay que ayudar y alentar a las familias y las comunidades locales en su tarea de transmitir a nuestros jóvenes los valores y la visión que permita lograr una cultura de la integridad: aquella que promueve la bondad, la veracidad, la fidelidad y la solidaridad como base firme y aglutinante moral para mantener unida a la sociedad.

Señor Presidente, distinguidas autoridades, queridos amigos:
Al comenzar mi visita a este país, no puedo dejar de mencionar el papel importante de Filipinas para fomentar el entendimiento y la cooperación entre los países de Asia, así como la contribución eficaz, y a menudo no reconocida, de los filipinos de la diáspora a la vida y el bienestar de las sociedades en las que viven. A la luz de la rica herencia cultural y religiosa, que enorgullece a su país, les dejo un desafío y una palabra de aliento. Que los valores espirituales más profundos del pueblo filipino sigan manifestándose en sus esfuerzos por proporcionar a sus conciudadanos un desarrollo humano integral. De esta forma, toda persona será capaz de realizar sus potencialidades, y así contribuir de manera sabia y eficaz al futuro de este país. Espero que las meritorias iniciativas para promover el diálogo y la cooperación entre los fieles de distintas religiones consigan su noble objetivo. De modo particular, confío en que el progreso que ha supuesto la consecución de la paz en el sur del País promueva soluciones justas que respeten los principios fundantes de la nación y los derechos inalienables de todos, incluidas las poblaciones indígenas y las minorías religiosas. ''.

Al finalizar, Francisco se dirigió en coche hacia la Catedral de Manila.

Francisco celebra la santa Misa en la Catedral de Manila

Ciudad del Vaticano, 16 enero 2015 (VIS).-El santo Padre recorrió en coche los cinco kilómetros que separan el Palacio Presidencial y la Catedral de Manila y poco antes de las once de la mañana, hora local, llegaba al recinto donde le esperaban un centenar de fieles. La Catedral de Manila, dedicada a Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, es considerada ''la madre de todas las iglesias de Filipinas''. El edificio actual, que se remonta a los años cincuenta con el título de Basílica menor concedido por san Juan Pablo II, ha sido reconstruido ocho veces desde su construcción inicial en 1581 al ser destruido por un tifón, un incendio, varios terremotos y por los bombardeos durante la II Guerra Mundial. El coste total de los trabajos de reconstrucción se han obtenido gracias a las donaciones privadas de grandes empresas y de los fieles. Cerrada al culto desde 2012, se reabrió en abril de 2014 con una solemne celebración presidida por el cardenal Luis Antonio G. Tagle, arzobispo de Manila, y a la que acudieron los altos cargos del Estado incluido el Presidente de la República. Benigno Aquino III.

El Papa concelebró la santa Misa con los obispos de Filipinas ante la presencia de sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas de país. Esta fue la homilía que pronunció:

''¿Me amas?... Apacienta mis ovejas''. Las palabras de Jesús a Pedro en el Evangelio de hoy son las primeras que os dirijo, queridos hermanos obispos y sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y jóvenes. Estas palabras nos recuerdan algo esencial. Todo ministerio pastoral nace del amor... nace del amor. La vida consagrada es un signo del amor reconciliador de Cristo. Al igual que santa Teresa de Lisieux, cada uno de nosotros, en la diversidad de nuestras vocaciones, está llamado de alguna manera a ser el amor en el corazón de la Iglesia.

Os saludo a todos con gran afecto. Y os pido que hagáis llegar mi afecto a todos vuestros hermanos y hermanas ancianos y enfermos, y a todos aquellos que no han podido estar aquí con nosotros hoy. Ahora que la Iglesia en Filipinas mira hacia el quinto centenario de su evangelización, sentimos gratitud por el legado que han dejado tantos obispos, sacerdotes y religiosos de generaciones pasadas. Ellos trabajaron, no sólo para predicar el Evangelio y edificar la Iglesia en este país, sino también para forjar una sociedad animada por el mensaje del Evangelio de la caridad, el perdón y la solidaridad al servicio del bien común. Hoy vosotros continuáis esa obra de amor. Como ellos, estáis llamados a construir puentes, a apacentar las ovejas de Cristo, y preparar caminos nuevos para el Evangelio en Asia, en los albores de una nueva era.

''El amor de Cristo nos apremia''. En la primera lectura de hoy, san Pablo nos dice que el amor que estamos llamados a proclamar es un amor reconciliador, que brota del corazón del Salvador crucificado. Estamos llamados a ser ''embajadores de Cristo''. El nuestro es un ministerio de reconciliación. Proclamamos la Buena Nueva del amor infinito, de la misericordia y de la compasión de Dios. Proclamamos la alegría del Evangelio. Pues el Evangelio es la promesa de la gracia de Dios, la única que puede traer la plenitud y la salvación a nuestro mundo quebrantado. Es capaz de inspirar la construcción de un orden social verdaderamente justo y redimido.

Ser embajador de Cristo significa, en primer lugar, invitar a todos a un renovado encuentro personal con el Señor Jesús, nuestro encuentro personal con él. Esta invitación debe estar en el centro de vuestra conmemoración de la evangelización de Filipinas. Pero el Evangelio es también una llamada a la conversión, a examinar nuestra conciencia, como personas y como pueblo. Como los obispos de Filipinas han enseñado justamente, la Iglesia está llamada a reconocer y combatir las causas de la desigualdad y la injusticia, profundamente arraigadas, que deforman el rostro de la sociedad filipina, contradiciendo claramente las enseñanzas de Cristo. El Evangelio llama a cada cristiano a vivir una vida de honestidad, integridad e interés por el bien común. Pero también llama a las comunidades cristianas a crear ''ambientes de integridad'', redes de solidaridad que se extienden hasta abrazar y transformar la sociedad mediante su testimonio profético.

Los pobres. Los pobres están en el centro del Evangelio, son el corazón del Evangelio: si quitamos a los pobres del Evangelio no se comprenderá el mensaje completo de Jesucristo. Como embajadores de Cristo, nosotros, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, debemos ser los primeros en acoger en nuestros corazones su gracia reconciliadora. San Pablo explica con claridad lo que esto significa: rechazar perspectivas mundanas y ver todas las cosas de nuevo a la luz de Cristo; ser los primeros en examinar nuestras conciencias, reconocer nuestras faltas y pecados, y recorrer el camino de una conversión constante, de una conversión cotidiana. ¿Cómo podemos proclamar a los demás la novedad y el poder liberador de la Cruz, si nosotros mismos no dejamos que la Palabra de Dios sacuda nuestra complacencia, nuestro miedo al cambio, nuestros pequeños compromisos con los modos de este mundo, nuestra ''mundanidad espiritual''?

Para nosotros, sacerdotes y personas consagradas, la conversión a la novedad del Evangelio implica un encuentro diario con el Señor en la oración. Los santos nos enseñan que ésta es la fuente de todo celo apostólico. Para los religiosos, vivir la novedad del Evangelio significa también encontrar una y otra vez en la vida comunitaria y en los apostolados de la comunidad el incentivo de una unión cada vez más estrecha con el Señor en la caridad perfecta. Para todos nosotros, significa vivir de modo que se refleje en nuestras vidas la pobreza de Cristo, cuya existencia entera se centró en hacer la voluntad del Padre y en servir a los demás. Naturalmente, el gran peligro es el materialismo que puede deslizarse en nuestras vidas y comprometer el testimonio que ofrecemos. Sólo si somos pobres, sólo si somos pobres nosotros mismos, y eliminamos nuestra complacencia, seremos capaces de identificarnos con los últimos de nuestros hermanos y hermanas. Veremos las cosas desde una perspectiva nueva, y así responderemos con con honestidad e integridad al desafío de anunciar la radicalidad del Evangelio en una sociedad acostumbrada a la exclusión social, a la polarización y a la desigualdad escandalosa.

Quisiera decir unas palabras especialmente a los jóvenes sacerdotes, religiosos y seminaristas, aquí presentes. Os pido que compartáis la alegría y el entusiasmo de vuestro amor a Cristo y a la Iglesia con todos, y especialmente con los de vuestra edad. Que estéis cerca de los jóvenes, que pueden estar confundidos y desanimados, pero que siguen viendo a la Iglesia como compañera en el camino y fuente de esperanza. Estar cerca de aquellos que, viviendo en medio de una sociedad abrumada por la pobreza y la corrupción, están abatidos, tentados de darse por vencidos, de abandonar los estudios y vivir en la calle. Proclamar la belleza y la verdad del mensaje cristiano a una sociedad que está tentada por una visión confusa de la sexualidad, el matrimonio y la familia. Como sabéis, estas realidades sufren cada vez más el ataque de fuerzas poderosas que amenazan con desfigurar el plan de Dios sobre la creación y traicionan los verdaderos valores que han inspirado y plasmado todo lo mejor de vuestra cultura.

La cultura filipina, en efecto, ha sido modelada por la creatividad de la fe. Los filipinos son conocidos en todas partes por su amor a Dios, su ferviente piedad y su cálida devoción a Nuestra Señora y el rosario. Este gran patrimonio contiene un gran potencial misionero. Es la forma en la que vuestro pueblo ha inculturado el Evangelio y sigue viviendo su mensaje. En vuestros trabajos para preparar el quinto centenario, construid sobre esta sólida base.

Cristo murió por todos para que, muertos en él, ya no vivamos para nosotros mismos, sino para él. Queridos hermanos obispos, sacerdotes y religiosos: pido a María, Madre de la Iglesia, que os conceda un celo desbordante que os lleve a gastaros con generosidad en el servicio de nuestros hermanos y hermanas. Que de esta manera, el amor reconciliador de Cristo penetre cada vez más profundamente en el tejido de la sociedad filipina y, a través de él, hasta los confines de la tierra. Amén''.

Concluida la celebración eucarística, y antes de regresar a la nunciatura apostólica para almorzar y reposar unas horas, Francisco se ha desplazado a una casa de la Fundación Tulay ng Kabataan (TNK Foundation), situada en las proximidades de la Catedral, que acoge a niños de la calle. Allí ha encontrado durante veinte minutos a más de trescientos veinte críos que con cantos, abrazos, pequeños regalos y fotos han conmovido al Santo Padre.

A las familias: Sed conscientes de vuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesús

Ciudad del Vaticano, 16 enero 2015 (VIS).-Por la tarde, sobre las 17.00 hora local, el Papa se ha desplazado hasta el ''Mall of Asia Arena'' para llevar a cabo el encuentro con las familias, la tercera etapa en la capital filipina. Ha recorrido seis kilómetros, esta vez utilizando el papamóvil que le ha permitido ir saludando a la multitud de fieles que encontraba por el camino. El ''Mall of Asia Arena'' es el Palacio del deporte cubierto de la ciudad. Inaugurado en 2012 y con una capacidad para veinte mil personas, pertenece a la cadena de centros comerciales SM que ha retransmitido en directo el encuentro del Papa con las familias en todas las salas de cine que posee. Los cantos, testimonios, lecturas y ofrenda de flores al Santo Padre han sido los momentos culminantes del encuentro en el que Francisco ha dirigido unas palabras a los presentes.

''Estimadas familias,

Queridos amigos en Cristo

Muchas gracias por vuestra presencia aquí esta noche y por el testimonio de vuestro amor a Jesús y a su Iglesia. Agradezco a monseñor Reyes, Presidente de la Comisión Episcopal de Familia y Vida, sus palabras de bienvenida. Y, de una manera especial, doy las gracias a los que han presentado sus testimonios y han compartido su vida de fe con nosotros.

Las Escrituras rara vez hablan de san José, pero cuando lo hacen, a menudo lo encuentran descansando, mientras un ángel le revela la voluntad de Dios en sueños. En el pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar, nos encontramos con José que descansa no una vez sino dos veces. Esta noche me gustaría descansar en el Señor con todos vosotros, y reflexionar sobre el don de la familia.

A José le fue revelada la voluntad de Dios durante el descanso. En este momento de descanso en el Señor, cuando nos detenemos de nuestras muchas obligaciones y actividades diarias, Dios también nos habla. Él nos habla en la lectura que acabamos de escuchar, en nuestra oración y testimonio, y en el silencio de nuestro corazón. Reflexionemos sobre lo que el Señor nos quiere decir, especialmente en el Evangelio de esta tarde. Hay tres aspectos de este pasaje que me gustaría que considerásemos: descansar en el Señor, levantarse con Jesús y María, y ser una voz profética.

Descansar en el Señor. El descanso es necesario para la salud de nuestras mentes y cuerpos, aunque a menudo es muy difícil de lograr debido a las numerosas obligaciones que recaen sobre nosotros. Pero el descanso es también esencial para nuestra salud espiritual, para que podamos escuchar la voz de Dios y entender lo que él nos pide. José fue elegido por Dios para ser el padre putativo de Jesús y el esposo de María. Como cristianos, también vosotros estáis llamados, al igual que José, a construir un hogar para Jesús. Le preparáis un hogar en vuestros corazones, vuestras familias, vuestras parroquias y comunidades.

Para oír y aceptar la llamada de Dios, y preparar una casa para Jesús, debéis ser capaces de descansar en el Señor. Debéis dedicar tiempo cada día a la oración. Es posible que me digáis: Santo Padre, yo quiero orar, pero tengo mucho trabajo. Tengo que cuidar de mis hijos; además están las tareas del hogar; estoy muy cansado incluso para dormir bien. Y seguramente es así, pero si no oramos, no conoceremos la cosa más importante de todas: la voluntad de Dios sobre nosotros. Y a pesar de toda nuestra actividad y ajetreo, sin la oración, lograremos muy poco.

Descansar en la oración es especialmente importante para las familias. Donde primero aprendemos a orar es en la familia. Allí conseguimos conocer a Dios, crecer como hombres y mujeres de fe, vernos como miembros de la gran familia de Dios, la Iglesia. En la familia aprendemos a amar, a perdonar, a ser generosos y abiertos, no cerrados y egoístas. Aprendemos a ir más allá de nuestras propias necesidades, para encontrar a los demás y compartir nuestras vidas con ellos. Por eso es tan importante rezar en familia. Por eso las familias son tan importantes en el plan de Dios sobre la Iglesia.

Crecer con Jesús y María. Esos momentos preciosos de reposo, de descanso con el Señor en la oración, son momentos que quisiéramos tal vez prolongar. Pero, al igual que san José, una vez que hemos oído la voz de Dios, debemos despertar, levantarnos y actuar. La fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él. Cada uno de nosotros tiene un papel especial que desempeñar en la preparación de la venida del reino de Dios a nuestro mundo.

Del mismo modo que el don de la sagrada Familia fue confiado a san José, así a nosotros se nos ha confiado el don de la familia y su lugar en el plan de Dios. El ángel del Señor le reveló a José los peligros que amenazaban a Jesús y María, obligándolos a huir a Egipto y luego a instalarse en Nazaret. Así también, en nuestro tiempo, Dios nos llama a reconocer los peligros que amenazan a nuestras familias para protegerlas de cualquier daño.

Las dificultades que hoy pesan sobre la vida familiar son muchas. Aquí, en las Filipinas, multitud de familias siguen sufriendo los efectos de los desastres naturales. La situación económica ha provocado la separación de las familias a causa de la migración y la búsqueda de empleo, y los problemas financieros gravan sobre muchos hogares. Si, por un lado, demasiadas personas viven en pobreza extrema, otras, en cambio, están atrapadas por el materialismo y un estilo de vida que destruye la vida familiar y las más elementales exigencias de la moral cristiana. La familia se ve también amenazada por el creciente intento, por parte de algunos, de redefinir la institución misma del matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo efímero, la falta de apertura a la vida.

Nuestro mundo necesita familias buenas y fuertes para superar estos peligros. Filipinas necesita familias santas y unidas para proteger la belleza y la verdad de la familia en el plan de Dios y para que sean un apoyo y ejemplo para otras familias. Toda amenaza para la familia es una amenaza para la propia sociedad. Como afirmaba a menudo san Juan Pablo II, el futuro de la humanidad pasa por la familia. Así pues, ¡proteged vuestras familias! Ved en ellas el mayor tesoro de vuestro país y sustentarlas siempre con la oración y la gracia de los sacramentos. Las familias siempre tendrán dificultades, así que no le añadáis otras. Más bien, sed ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sed santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. ¡Qué don para la sociedad si cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación! Levantaos con Jesús y María, y seguid el camino que el Señor traza para cada uno de vosotros.

Por último, el Evangelio que hemos escuchado nos recuerda nuestro deber cristiano de ser voces proféticas en medio de nuestra sociedad. José escuchó al ángel del Señor, y respondió a la llamada de Dios a cuidar de Jesús y María. De esta manera, cumplió su papel en el plan de Dios, y llegó a ser una bendición no sólo para la sagrada Familia, sino para toda la humanidad. Con María, José sirvió de modelo para el niño Jesús, mientras crecía en sabiduría, edad y gracia. Cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se convierten en una bendición para nuestro mundo. El amor de Dios se hace presente y operante a través de nuestro amor y de las buenas obras que hacemos. Extendemos el reino de Cristo en este mundo. Y al hacer esto, somos fieles a la misión profética que hemos recibido en el bautismo.

Durante este año, que vuestros obispos han establecido como el Año de los Pobres, os pediría, como familias, que fuerais especialmente conscientes de vuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesús. Esto significa estar dispuestos a salir de vuestras casas y atender a nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Os pido además que os preocupéis de aquellos que no tienen familia, en particular de los ancianos y niños sin padres. No dejéis que se sientan nunca aislados, solos y abandonados; ayudadlos para que sepan que Dios no los olvida. Incluso si vosotros mismos sufrís la pobreza material, tenéis una abundancia de dones cuando dais a Cristo y a la comunidad de su Iglesia. No escondáis vuestra fe, no escondáis a Jesús, llevadlo al mundo y dad el testimonio de vuestra vida familiar.

Queridos amigos en Cristo, sabed que yo rezo siempre por vosotros. Rezo para que el Señor siga haciendo más profundo vuestro amor por él, y que este amor se manifieste en vuestro amor por los demás y por la Iglesia. No dejéis de rezar a menudo y que vuestra oración dé frutos en todo el mundo, de modo que todos conozcan a Jesucristo y su amor misericordioso. Por favor, rezad también por mí, porque necesito verdaderamente vuestras oraciones y siempre cuento con ellas''.

Al términe del encuentro, el Papa ha regresado en coche a la nunciatura apostólica en Manila. Una vez allí, Francisco cenó en privado y se retiró a descansar.

Concluye la reunión de los Presidentes de las Comisiones Doctrinales

Ciudad del Vaticano, 16 enero 2015 (VIS).-Se ha llevado a cabo, del 13 hasta 15 de enero, una reunión de los Superiores de la Congregación para la Doctrina de la Fe con los presidentes o representantes de las Comisiones Doctrinales de las Conferencias Episcopales europeas celebrada en el Centro San Adalberto en Esztergom, Hungría. Participaron entre otros el cardenal Gerhard L. Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo Luis F. Ladaria S.I., secretario del mismo dicasterio, y representantes de las diversas comisiones doctrinales.

La reunión comenzó con la lectura de una carta del Papa Francisco dirigida a los participantes en la que subraya que la oportuna iniciativa "tiene como objetivo mejorar los Episcopados locales, y en particular las Comisiones Doctrinales, en su responsabilidad por la unidad y la integridad de la fe así como su transmisión a las generaciones más jóvenes". Refiriéndose a la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, el Papa expresa en la carta su deseo de que dicho encuentro "ayude a satisfacer colegialmente algunos problemas doctrinales y pastorales que se presentan hoy en el continente europeo, con el fin de despertar en los fieles un nuevo impulso misionero y una mayor apertura a la dimensión trascendente de la vida, sin el cual Europa corre el riesgo de perder ese espíritu humanista que ama y defiende".

Durante los tres días de encuentro, en un ambiente de gran cordialidad y espíritu de colegialidad afectiva y efectiva, se trataron algunas cuestiones relacionadas con la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y con el anuncio del Evangelio como tarea primordial de la Iglesia en Europa. Se plantearon interrogantes sobre la teoría de género, la antropología cristiana y la libertad religiosa, y se abordaron varias cuestiones prácticas relacionadas con la nueva evangelización, el sacramento de la penitencia y el funcionamiento de una Comisión Doctrinal. Toda una oportunidad para fortalecer la colaboración entre las Comisiones Doctrinales de las Conferencias Episcopales de los países europeos y la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el fin de hacer frente más eficazmente a los desafíos doctrinales que cada vez están más presentes hoy en el continente europeo.

Otros Actos Pontificios

Ciudad del Vaticano, 16 enero 2015 (VIS).-El Santo Padre:

-Nombró al reverendo José María Baliña, como obispo auxiliar de Buenos Aires (superficie 203, población 2.944.000, católicos 2.696.000, sacerdotes 782, religiosos 1.951, diáconos permanentes 10) en Argentina. El obispo electo nació en 1959 en Buenos Aires (Argentina) y fue ordenado sacerdote en 1989. Durante su ministerio pastoral ha sido, ente otros, vicario parroquial y párroco de varias parroquias, miembro del Consejo Presbiteral de la arquidiócesis de Buenos Aires y vicepresidente de la Asociación Eclesial San Pedro.

-Nombró Administrador Apostólico sede vacante et ad nutum Sanctae Sedis de la eparquía de Nuestra Señora del Paraíso de los Greco-melkitas en México, al obispo Nicholas James Samra, de Newton, de los Greco-melquitas.
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